viernes, 30 de noviembre de 2007

LAS MASCOTAS AYUDAN A DESARROLLAR EMPATÍA Y RESPONSABILIDAD


Perros y gatos pueden potenciar las habilidades sociales y de aprendizaje de los niños. Estudios han demostrado también que los menores que conviven con animales domésticos tienen menos riesgo de alergias y menor ausentismo escolar, pues fortalecen su sistema inmune.

No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo.... La estrecha relación que logra El Principito con el zorro, en el relato de Antoine de Saint Exupéry, ilustra el intenso lazo que pueden establecer los niños con sus mascotas. Un lazo mediante el cual los pequeños además aprenden a ser responsables, desarrollan su espíritu lúdico y empatía.

Crecer con mascotas

Convivir con una mascota para los niños puede ser una gran ayuda en su desarrollo emocional. Ellos aprenden a adquirir responsabilidades. Asumen al animal como algo propio, sobre todo a los cachorros, y tienen conciencia de que es más pequeños que ellos, más desvalido, y que depende de ellos, explica el doctor Luis Tello, del Hospital Clínico Veterinario de la Universidad de Chile. Tareas como alimentar a la mascota, sacarla a pasear o cubrirla en las noches, son muy relevantes en la formación de responsabilidades en los niños.

También el plano afectivo se ve beneficiado por las mascotas, especialmente en cuanto a la empatía. En su libro Why the Wild Things Are, sobre la relación entre niños y animales, la profesora de desarrollo infantil de la Universidad de Purdue (EE.UU.), Gail Melson, explica que con sus mascotas los niños adquieren a temprana edad la capacidad de reconocer que hay necesidades que difieren de las propias, por lo que tiene sentido para ellos que esto ocurra también en sus relaciones con sus pares y con familiares.

Sin embargo, tener una mascota no basta para desarrollar responsabilidades o empatía: No es algo automático, los animales favorecen estas formas de aprendizaje que estimulan su desarrollo siempre que la familia estimule el preocuparse por otros y ser generosos con ellos, dice Patricia Condemarín.

La fiel compañía de los amigos de cuatro patas también favorece entre los menores el aprendizaje de querer a otro. El hecho de entregar afecto y no solamente recibir pasivamente, sino que sentir cariño y alegría por otro, es muy relevante para ellos, establece Patricia Condemarín. Los niños tienden a refugiarse en su mascota cuando los retan y el estar en contacto con ellos les ayuda a expresar sus emociones.

Melson agrega que las mascotas pueden también ser una fuente de apoyo y autoafirmación cuando los niños necesitan una audiencia que no los juzgue al expresar sus preocupaciones y temores.

Lazo especial

Mi gata para mí significa más que un animal. Ya no es una mascota, es un ser especial, que sabe como soy, y yo sé lo que a ella le gusta. Siempre anda detrás mío, cuando estoy triste me consuela, se sube encima de mis piernas y como que me muerde las manos, para que reaccione. Cuando me voy al colegio se va al techo y no baja hasta cuando llego, cuenta Gastón (11 años) sobre su gata regalona Nina.

Los niños con sus mascotas establecen un lazo de amistad y compañerismo muy especial, que según el veterinario Luis Tello les permite alcanzar un nivel de comunicación que es difícil de entender para los adultos. Los niños son capaces de interpretar ciertos deseos del perro o gato que les permite saber, por ejemplo, cuando quiere jugar. Y a la inversa, cuando el niño está triste, los cachorros se les acercan y en vez de querer jugar, se colocan a su lado, dice el especialista. Las mascotas son capaces de entregar compañía sin presionar, y eso para los niños es muy importante.

Perros y gatos

Para los niños, sus mascotas son una instancia intermedia entre los juguetes y las personas, lo que favorece el desarrollo de su parte lúdica. En este sentido, los más atractivos según los especialistas son perros y gatos, que a diferencia de mascotas como tortugas, peces o hámsters, interactúan más. Con una tortuga, por ejemplo, las oportunidades de juego son mínimas, y la responsabilidad hacia ella con suerte es lavarle la lechuga o evitar que la pisen. Con un perro en cambio, pueden inventar casi tantos juegos como con otros niños, se esconden, los persiguen, juegan con agua, etc., concluye Luis Tello

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